Siempre dejabas la puerta entornada, nunca diste un mísero portazo. Nunca me diste una razón lo suficientemente obvia como odiarte. Como para olvidarte. Poco a poco, los saludos se convirtieron en despedidas. Y la luz de tus ojos desapareció de entre la multitud. El mundo dejó de ser redondo. Y la gravedad me tentó a caer rendida sin motivo alguno.
Nos quedamos sin gasolina en mitad de ninguna parte. Cuando nos tuvimos dejamos de querernos.
Tal vez, por eso que dicen de que creímos haber encontrado a esa persona a la que llevábamos tanto tiempo buscando, no fuimos más que el prólogo de una historia que aún no estaba preparada para ser escrita.
Y acabé sentada entre un montón de gente, junto a la sección de billetes de avión cancelados, porque es más fácil soñar, que despertar en un mundo que sólo sabe doler. Y si no me quitaba el sueño, improvisaba el insomnio. Distancia y cordura se contraponen constantemente. Porque no se puede vivir con la necesidad de que te salven, creando falsas catástrofes. Nos convertimos en una versión inédita a los ojos del resto.
Me da miedo pensar que este fondo se hunde cada vez más bajo mi peso. No hay tanta luz ahí abajo. Ahí donde descansan esperanzas, desesperadas. y los seres pueden dejar de ser en cualquier momento.
Y ahora entiendo que andar con pies de plomo es la opción más sensata, cuando la velocidad puede cruzar de nuevo nuestros caminos accidentalmente, y creer, una vez más, en ese "ven" sin pensar en las consecuencias. Podría(s) terminar conmigo, cariño.

No hay comentarios:
Publicar un comentario