Pero el problema es que nosotros ya estábamos rotos antes de empezar a resquebrejarnos. La línea cayó mucho antes de que la comunicación se cortara por completo. Y nos seguimos preguntando que falló, si ambos, o el mundo. No supimos superar algunas fotografías, quizás fue eso.
Y acabé fingiendo poesía con anónimos al teléfono. Aceleré y caí, y aquí sigo, abandonada en una cuneta, en el kilómetro no sé cuantos que dista de tu casa. Rectifiqué mis errores hasta que terminé con la tinta del bolígrafo; Párrafos emborronados y mentes nubladas. Palabras que buscan un cabo al que adherirse. Una cohesión sin coherencia y su compañera "adecuada" al contexto.
Tanto, y tanto que te enseñan, pero yo aún no he aprendido a vivir sin la esperanza de que me salven, porque, dormir me lleva a soñar contigo, y despertar echándote de menos. Ya no me queda tabaco tras el que refugiarme.
Debería volver a las hojas en blanco, y no a escribirte poemas en ellas. ¿Cuánta felicidad nos quedó pendiente?
Y comprendí entonces que las catástrofes se levantan temprano, y que las alarmas no siempre nos despiertan a tiempo. El mundo se parece cada vez más a un día perdido. Y poco más.