Y cada mañana, hunde sus dedos en mi debilidad. Me aparté lentamente de aquel tazón de té, y pensé que esto no es una tragedia, que es una ilusión marchándose lejos, de puntillas, para no hacer ruido, no dejando huella.
Como cuando crees tener el mundo en la palma de tu mano y todo se desmorona, un tornillo queda suelto y el peso del error es mayor que el del remedio.
Porque, en ocasiones, nos perdemos para que nadie nos venga a encontrar.