No hablo de excepciones, sino de realidades, porque "cuando el tiempo nos separa los recuerdos nos consuelan"
El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Y yo, con este blog, decidí hacerme esclava de mis palabras, y apartar el silencio.


Seáis bienvenidos, seres únicos.







viernes, 28 de noviembre de 2014

Lo tuyo, eso muy mío.

Me cogía de la mano tan fuerte, que allí, entre nuestros dedos enlazados, se creaba un espacio de gravedad distinto. Tú, y ese pronombre, el segundo del singular, el que de repente, no quise usar con ningún otro. Aceleran sístole y diástole. Y entre sábanas, clavículas, y otras esdrújulas, perdí el Norte, y cualquier otro punto cardinal que no llevara tatuado tu nombre.

Porque no se aprende a ser valiente, al correr por delante del miedo. Y entonces, marinero pronostica tormenta.

Pero el caso es, que cuando te conocí, entendí a aquello que dicen de que no sabían despejar esa ecuación cuya solución era, según la  teoría, acabar a un golpe métrico sobre tus labios. Que cuando me dices, eso de que "que bueno es sentirse querido, verdad?", se paralizan todos los relojes, y tú, te conviertes en la medida de mi tiempo.
A ti, mi acorde imposible: que llegaste a mi vida un mes de Mayo. Y seguramente mentiría, si ahora mismo dijera, que no me enamoré de ti, desde el primer segundo en que te tuve enfrente.
A ti, que no te quiero inmortalizar en unas cuantas palabras bonitas.
Y nunca entenderán mi necesidad de pellizcarte, solo para recordarme, que eres una realidad. Esta manía mía de no acostumbrarme a verte inmiscuido en mi mundo, que lo transforma todo, en la rima más perfecta, que jamás he escuchado.
Y no me importan los continentes, si tú, eres el contenido. Deberíais ver su espalda, es sin duda el mejor cuento para dormir que conozco.

Una vez, me hablaron de la complejidad de los abrazos, de lo difícil que resultaba que dos personas encajasen perfectamente en uno de ellos. Y no se muy bien como explicar esta parte, pero los puzles nos miran desde la mesa, embobados.
Porque superas a cada segundo, las perspectivas que tenía de ti.


Y todo ello,
para darme cuenta,
de que no existe mejor futuro,
que el de conjugarte en mi presente.








miércoles, 12 de noviembre de 2014

Porfavor, perdóname.

No supe quererte mejor que otra. Hacía frío, y mis manos no supieron traerte el verano de vuelta. Te quise, y es cierto. Pero sobre eso, mis palabras no supieron hablarte. Un tú, y un yo, tan perdidos. Te quise también, un poco a oscuras, como persiguiéndote de cerca sin llegar a tocarte. Te quise como alguien a quien el miedo le ha dibujado la distancia sobre su pecho.
Y ojalá fuese distinto. Ojalá hoy y mañana, ojalá ayer y para siempre, tú te hubieses dado la vuelta, me hubieses esperado, hubieses decidido aprenderte definitivamente a alguien, y ese alguien, hubiese sido yo.
Pero hacía frío, y caminabas pensando en cómo querer sin hacerte daño, mientras yo ignoraba como decir tú nombre en voz alta. Te he querido tan en silencio, que si le pongo voz a lo que siento, parece que hablo en un idioma que ya nadie entiende.
Y ya ni siquiera puedo llorar, parece que hay un invierno que me ha congelado el interior, y afuera soy sólo piedra: una expresión póstuma. Una mueca de auxilio, unas ojeras, una mirada hacia un sitio de donde nada regresa. Siento estar lejísimos de cualquier lugar.
Ya nadie ama como atreviéndose a desnudar a alguien por completo. Apagan la luz, se acuestan juntos, se tocan con la necesidad, pero no con el sentimiento.

No se me ocurre un final alternativo,

para una historia,

que nunca ha empezado,

y duele.

Claro que duele.

           Te quiero. Y siento haberme olvidado. Me cuidas desde arriba. Yo te recuerdo desde aquí.