No hablo de excepciones, sino de realidades, porque "cuando el tiempo nos separa los recuerdos nos consuelan"
El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Y yo, con este blog, decidí hacerme esclava de mis palabras, y apartar el silencio.


Seáis bienvenidos, seres únicos.







miércoles, 25 de diciembre de 2013

Es el ciclo mortal.

He visto los mejores amaneceres bajo tus ojos. Bailado con los fantasmas de tu ausencia. Acariciado fotografías ya caducadas. Y aunque no puedo más, vale la pena intentarlo. Las segundas partes nunca fueron buenas, y menos las terceras, cariño, en las que ya a veces me olvido de que era lo que me ataba a ti.

Había pasado el tiempo, pero no la distancia, y allí estábamos, con las manos llenas de nada. Con la sensación que dejan en la boca los besos que se prometen, pero no se cumplen, Había pasado el tiempo, pero no nosotros. Nosotros seguíamos tan quietos, inmóviles ante las mareas, acechados por recuerdos y cubiertos de impotencia. Impotencia por hablar, siempre callando. Por no saber rectificar antes de que fuese demasiado tarde. Ser las consecuencias de nuestras propias circunstancias, y bebernos a distancia.

El resultado de la suma en la que siempre le restábamos valor a nuestros sueños, que despertaban cuando dejábamos de estar dormidos. ¿Cuánto puede seguir alguien sin sentirse alguien?.
Hace frío, como los inviernos sin sol. O las llamadas perdidas.

Pero es que ya estábamos acostumbrados a la nada. A la espera, sin llegada. A los viajes de larga duración, sin un rumbo concreto. Ya sabes, eso que nos consume y nos deja sin aliento. Y yo me pregunto ¿Cuál será el nombre que le pondremos a la distancia?. Tal vez, melancolía, o café amargo. Prefiero tu voz. Aunque eso ya no figura entre nuestra lista de deseos. "Nuestra", digo. Y esta es mi forma de decir adiós, supongo.

Aún recuerdo cuando me dijiste entre besos "prometo una historia feliz, de esas cuyo final escribe el tiempo, y no las personas".
Dejaré un final abierto, un par de páginas en blanco. Creo que si no he saltado aún no es porque no quiera, sino porque nadie me sujeta. He encontrado el equilibrio en el borde del precipicio, pero nada me impide derrumbarme de vez en cuando. A veces resulta hasta sano dejar que las heridas te quiten el frío, a falta de algunos abrazos. 
Volverán esas noches en las que no sabremos donde escondernos para huir de nosotros mismos. 
Feliz navidad, soledad.