No hablo de excepciones, sino de realidades, porque "cuando el tiempo nos separa los recuerdos nos consuelan"
El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Y yo, con este blog, decidí hacerme esclava de mis palabras, y apartar el silencio.


Seáis bienvenidos, seres únicos.







lunes, 25 de marzo de 2013

Me pesan tus ojos.

Un billete de ida a la luna. Y las respuestas no están dispuestas a dejarse caer.
Te tengo delante. Me cuesta admitir que el abismo de tus ojos cansados supera las espectativas de cualquier mortal. Sonrío. Tú conmigo. Y me reprochas no viajar con un libro en el bolso, sabes que yo soy más de tabaco. Aún así, ¿De qué serviría facturar mis fantasías?¿Mis noches en vela?¿Mi dulce adicción al olor de papel recién impreso?
Supongo que no serás capaz de comprenderlo. Al igual que no eres capaz de comprender el porque de un clavel sobre el marco de mi puerta. Un pez nadando contra corriente o el arcoiris.
¿Sabes que las gaviotas se alejan de la costa para morir?. Así es como me planteo tu mirada. Como un sin fín de gaviotas que huyen. Se me escapan. Se nos escapan.
La fobia y volar. Todo junto. No hay espacio para más. ¿Los recuerdos?. Los llevo a la espalda, al igual que tus ojos. Esos ojos que deliran, sueñan y me enloquecen hasta el punto de hacerme olvidar mi propio nombre. Ese embustero diccionario de la imaginación, donde, algún día, tú, entraste sin pedir permiso.



viernes, 8 de marzo de 2013

Farolas con recuerdos y asfalto embriagado por tus pisadas.

¿Que echo de menos?. Sí, eso mismo. La indiferencia.
Hoy he vuelto a hacerlo, mirar el móvil a la espera de un mensaje tuyo. Que incordio más insatisfactorio el de encontrar el cofre del tesoro que uno espera con anhelo, completamente vacío. O lleno de delirios. No me hagas demasiado caso, ya sabes que en ocasiones mi manera de paliar las penas, no es precisamente con una botella de ginebra.
Creo que quiero aislarme de momentos como este. En los que invades mi mente cuando la tinta del boli parece interminable y el papel en blanco está plagado de pequeños recovecos en los que los versos a altas horas de la madruga resultan eternos.
Quiéreme. O tal vez mejor, no lo hagas. Claro, quizás el simple echo de negar la evidencia se convierta en un camino relativamente franqueable para tu mirada. Esos ojos cálidos, capaces incluso de amansar a las fieras. Y ese olor. Esas caricias dibujando infinitos entre los lunares de mi espalda.
Que bien me conoces, parece mentira que por una vez el tiempo no haya cargado de bártulos cosméticos esas vagas visiones experimentales.
Perdóname por mi paciencia. Perdóname por haber creído escuchar tu voz otra vez. Mi mirada nunca ha dejado de buscarte, cada mañana y en sueños.




martes, 5 de marzo de 2013

Y fué el mayor de los diluvios.

Ahora, que ya no estás. Ahora, cuando finalmente has decidido huir, te llamo sin llamarte. Palabras más lentas que tus pasos encerrados en el sendero del regreso. Esas pisadas que ralentizan el continuo fluyo de mis palabras. Solo puedo hablarle a tú buzón de voz. No esperaba oír tú voz, supongo que el que espera demasiado recibe una calada de insatisfacción por cada suspiro. Eso sí, aún me quedan unos pocos susurros para recomponer los pedazos que dejaste, y crear mi propio ejército, dispuesto a luchar hasta el punto de vencer mis fuerzas, y caer rendida ante una no tan satisfactoria victoria.

Aún así, temo no terminar este mensaje. Creí conocer a mi contrincante, pero a lo que me enfrentaba superaba los límites del abecedario, de los versos de Shakespeare durante la madrugada, de las cartas que aún continúan estancadas en el mueble de mi habitación.
Las palabras entendidas como un espectáculo para los ignorantes. Todo tan poético, hacer poesía de aquello que me llenaba a diario. Es absurdo. Lo incoherente de la inocencia. Nuestro propio fin del mundo. Lo enterramos. Lo olvidamos.
Maldita estúpida, ¿Volverás?. Que pesadilla tan indescriptible. No quedan palabras suficientes para borrar de mi mente el presente que ahora es pasado. Remuevo las reliquias y cajas de música con el fin último de ahogar mi miseria en ellos. Pero nada. Todo parece tan vacío, tan sereno.
Sucumbir al drama, a la promesa, a la promesa de esperarnos.