No hablo de excepciones, sino de realidades, porque "cuando el tiempo nos separa los recuerdos nos consuelan"
El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Y yo, con este blog, decidí hacerme esclava de mis palabras, y apartar el silencio.


Seáis bienvenidos, seres únicos.







sábado, 10 de agosto de 2013

Cada palabra, un navajazo.

Aún recuerdo cuando tomaste la iniciativa de dejar apartado todo aquello que, un día, tal y como solías decir, "te quitó la vida". Ellos no lo entienden, déjales. Tan poco merece la pena que lo hagan, porque ya sabemos ambos, que en estos momentos, tú ya estas demasiado lejos como para darnos una segunda oportunidad, y no quiero que vuelvas. ¿Por qué? Te preguntarás, o quizás no.
Ya sabes que no me gusta dar explicaciones, pero simplemente ten en cuenta que cada uno de tus pasos en forma de retorno, servirán para hundirme un poco más. Sólo un poco, digo, que ingenua. Sabes que esos pasos serán sólo una escusa para yo poder recapacitar en lo lejos que te has ido, en lo pronto que pasó el tiempo mientras nos cogíamos de la mano, y lo fácil que resultó huir, de algo, que tal vez, estuviese determinado a acabar en un modo distinto.

Ya se nos hace tarde, cariño. El andén esta vacío, y esperar, desesperado, no cura. Sólo agranda las esperanzas, y puede ser que ese sea mi error, esperar lo inesperado, o lo inesperable. Aquello que nunca llegará, o que se fue sin intención de volver a regresar.
Un par de minutos más, y cruzo los dedos, y las calles con el semáforo en rojo. Porque esto es lo que espero de la vida, un par de caladas largas, y alcanzar el límite, de lo que solíamos llamar, nuestro día a día.