Ojalá pudiésemos volver, devolver todo ese orgullo, y quedarnos desnudos, desprotegidos, necesitando abrazarnos para subsistir, a base de tenernos el uno al otro. Pretendiendo perder los trenes que llevan grabados nuestros nombres. Estrellando la distancia contra tu pecho.Y poco más.
Ojalá pudiésemos desafinar las canciones que me recuerdan a los momentos que no compartimos. Porque he tardado más de media vida en aprender a atarme los cordones que me sujetaban a ti, sin que me dejasen marca. Es como oír los pasos de alguien que nunca llega.
Sé que siempre tengo la cama desecha, al igual que mi vida. Y ojalá nada de eso te hubiera importado, ni te importase. Yo no quiero cambiar, ni que me cambien, pero a veces pienso que tal vez merezca la pena hacerlo. Cambiar por alguien sería una bonita declaración de amor. Supongo. Al menos me sé la teoría, la práctica ya es otra cosa. Tal vez, si las circunstancias nos lo permiten, no pasaremos este otoño tan solos, ni el resto de nuestras vidas. Y todo para que el invierno no nos enfríe tanto la mirada, ni la distancia sea sinónimo de olvido.
Querido anónimo, ojalá supiese explicarte el porqué y cómo de todo esto. Pero, en mi opinión, no hay razón mas grande que el sin razón. Porque al final terminas comprendiendo que, a veces, cruzar la línea, no significa pasar al otro lado, sino alargar las consecuencias de tu mero inicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario