Es como si la primavera atrapara por completo todos y cada uno de los conceptos abstractos del día a la mañana. El tiempo, los pensamientos, el aroma a tulipanes... todo ello expuesto a una fébriles e incautas miradas. Un par de ojos multiplicado por el cuádruple del doble de cerezos en flor durante los meses de Abril.
Las flores que nunca me regalaste o las cartas que nunca me escribiste. ¿La culpabilidad o la ignorancia?. Mejor lo dejamos en manos de la tormenta perfecta.
Tendemos a pensar que en el mundo hay un cierto equilibrio. Quizás el cosmos, el mismo universo.
Para mí está bastante claro que los cafés son mi nueva droga y los despertar con resacas de tu ausencia el mayor de mis castigos. Supongamos que deja de correr el viento, no hay cielo ni tierra. No hay horizontes. Ni mar. Ni juegos de palabras. Ni tinta. Ni versos. Ni distancias. Pongamos de por medio un par de tatuajes y promesas al descubierto. Y que todos nos miren. Que caigan en el rastrero juego de las vanidades, donde el más perspicaz es el menor de los aspirantes al trono. Y damos vueltas, juntos. Me agarras por la cintura. ¿Bailamos? El mayor de los éxtasis recorre cada rincón de mi indiscreta vulnerabilidad. Me aprietas contra tu pecho y me susurras al oído palabras clave. Que frágil me siento a tu lado.
Hasta que esa ráfaga de viento decide reactivarse y terminar con el mayor de mis sueños. Aquí estoy. Sentada en el tejado. Esperando a que el tiempo decida devolverme lo que algún día me fue arrebatado. Sola y soñadora. Por enésima vez, tu amarga figura invade los escombros de mi mente, con el objetivo de convertirte, en el más placentero de mis sueños, "nosotros".
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