Pasan las horas, y dentro de media hora volverán a ser y media. Dentro de una, en punto y dentro de cuarenta y cinco, menos cuarto. Un monótona rutina que se ha convertido en un continuo ir y venir de probabilidades y estadísticas sin ningún tipo de materia potencialmente verídica. Puede que se trate de eso, de momento, no descartamos ni las opciones más viles.
¿Y sus ojos? Pura poesía. Versos y rimas sueltas, incoherentes y contradictorias. Casi tanto como él. ¿Y sus labios? Un par de olas en busca de un acantilado al que sucumbir. Sus manos, como frágiles mariposas en busca de un lugar donde refugiarse. Su nariz, con pecas que hablan por si solas. Y sus orejas, capaces de descifrar lo que el resto de los sentidos ocultan. Todo ello frente a un espejo, el mejor amigo de las vanidades y el deleite. Quien lo diría, yo a tu lado. Supongo que he entrado a formar parte de ese reflejo, de ese montón inconexo de cristales rotos. Ambas figuras, dos él, dos yo.
Y así es como comienza el invierno en nuestros corazones, como dos siluetas endebles que quedan distorsionadas tras una bola de cristal. Y una vez metidos en el silencio y el frío, que veas como yo veo, que escuches lo que yo escucho, que bailes como bailo sin quererlo. Que no hay mejor manera que esa de entenderse. Que no hay mejor forma que esa, para disimular el temblor.
¿Y sus ojos? Pura poesía. Versos y rimas sueltas, incoherentes y contradictorias. Casi tanto como él. ¿Y sus labios? Un par de olas en busca de un acantilado al que sucumbir. Sus manos, como frágiles mariposas en busca de un lugar donde refugiarse. Su nariz, con pecas que hablan por si solas. Y sus orejas, capaces de descifrar lo que el resto de los sentidos ocultan. Todo ello frente a un espejo, el mejor amigo de las vanidades y el deleite. Quien lo diría, yo a tu lado. Supongo que he entrado a formar parte de ese reflejo, de ese montón inconexo de cristales rotos. Ambas figuras, dos él, dos yo.
Y así es como comienza el invierno en nuestros corazones, como dos siluetas endebles que quedan distorsionadas tras una bola de cristal. Y una vez metidos en el silencio y el frío, que veas como yo veo, que escuches lo que yo escucho, que bailes como bailo sin quererlo. Que no hay mejor manera que esa de entenderse. Que no hay mejor forma que esa, para disimular el temblor.
un blog impresionante. realmente inspirador, una forma de escribir brillante.
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