Huir, como si la distancia te hiciera menos culpable.
Preocuparse más por el que dirán que por el mañana. Sentada en el sofá mientras él acaricia mi pelo. Una ráfaga de aire se cuela por la ventana, y el clava su mirada en mis ojos. Sabe que no aguantáré más de dos segundos hasta volver a apartarla, pero ese no es un problema.
Transformamos las dudas en miedos, y a su vez, éstos en pérdidas.
Guardaré mi futuro bajo la almohada, a la par quizás deje volar los secretos, quien sabe, tal vez esa sea la solución a las mañana cargadas de cafeína, a los besos con sabor a tabaco, o al menos, eso es lo que me gusta pensar.

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