Acepte ese último baile, tal vez con la esperanza de que las miles de vueltas cogidas de su mano, terminaran por evitar el más débil contacto con la realidad.
Podría hecharle la culpa a tus besos,a tu sonrisa eterna. A las miles de horas cerrando la puerta tras aquello de lo que algún día terminaría huyendo.
El destino. Las casualidades. El tic-tac de las agujas del reloj. Un leve y fugar gesto, convertido ya en cenizas.
Cuando los factores se reducen a un número pasajero, al igual que las noches cálidas, o el dulce aroma a café una mañana de otoño. Entonces empezarás a plantearte un "porque".
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