Y entonces tu mundo se desmorona. Los silencios callando a gritos. Y las palabras al son de la música. Que astuto el engaño y que brillante la oscuridad. Solían decir que las metáforas escondían detrás un par de versos rotos. Corazones inquietos. Pasados no enterrados. Todo podía ocurrir, pero no ocurrió.
Yo te quiero, pero no te lo digo, porque diciéndotelo, sólo voy a contar un miedo en voz alta.
"Estar o no estar contigo es
la medida de mi tiempo"- decía Jorge Luis Borges.
Y lo cierto, es que los segundos me consumen más deprisa que un cigarro entre tus labios. Es como tener un huracán en el pecho. Querer huir, pero no saber hacia donde. Mantenerte inmóvil, sin apenas sentido de la orientación. Y no poder llamarte, porque la resaca responde a tu voz. ¿Cómo medir la felicidad entre tu ausencia y el amanecer todos los días?. Ahora mismo no sé qué tiempo verbal usar a la hora de quererte. Pero es que la gente no entiende que dejé pasar las oportunidades como trenes en lo que no te sientas a mi lado. Yo tampoco lo entiendo.
Susurro tu nombre cuando no hay nadie, como si intentase reducir la distancia entre nosotros. Te diré una cosa: la distancia más grande entre dos personas, siempre es el miedo de una de ellas. Y yo, tuve miedo. Y el miedo es como una estrella, ya me entiendes, su "luz" aparece una vez muerta la ilusión. La ilusión por quererte, como te quise por aquel entonces. La ilusión por un pasado en forma de futuro, contenido en una bola de cristal. Engañar al destino, embaucando a las casualidades. Y huir de este abismo que se nos viene encima, usando el pretérito como un trampolín.
Tu ya me entiendes, es Domingo.
Buenas noches, ausencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario