No hablo de excepciones, sino de realidades, porque "cuando el tiempo nos separa los recuerdos nos consuelan"
El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Y yo, con este blog, decidí hacerme esclava de mis palabras, y apartar el silencio.


Seáis bienvenidos, seres únicos.







lunes, 21 de septiembre de 2015

"Un clavo (no) saca a otro clavo"

Es siempre igual. Querer o dejarse querer. Recibir el balazo, o disparar el arma. Ser artista, o musa. Pero yo siempre fui más de tirarme de cabeza hacia la literatura. No sé como sujetar una pistola. Y estoy tan rota por dentro, que todo aquel que trate de acercarse a mí, terminará por cortase.

Siento que hay algo que se me escapa de las manos, y ese algo puede que sea alguien. Alguien a quien nos aferramos en exceso, en el que hemos echado parte de nuestras raíces, y en quien construimos un refugio, o al menos, la idea de uno. Como cuando ese alguien, en presente, se convierte en la ciudad en ruinas más bonita que jamás he conocido. Pero una vez más, con las puertas de su muralla cerradas en mis narices.

Y ahora, la noche es más noche, y el sol no brilla tanto, desde aquella vez en la que descubrimos quienes somos, y lo que estamos dispuestos a hacer para construir la felicidad.
Se acabó para siempre, y me duele como el primer día que empezó a deshacerse todo.
Tal parece que todo se resume en buscar, intentar buscar, pararte, salir al asfalto y quemarte los pies. Pero es que nadie te enseña a caminar con tantas ausencias, con tantos "te echo de menos".
Todo ello, me ha enseñado, que no podemos esperar a aquel que quiere venir, pero no viene. Que en determinados momentos hay tanto que decir, que no decimos nada. Que a veces, la misma persona que curó la herida, es ahora quien la causa. Y, es que, ciertas cosas no valen tanto como para llorar por ellas, porque si algo ha de venir, vendrá una tarde de invierno, para ahuyentar el frío y quedarse muy cerca de nuestro lado favorito de la cama, abrazándonos, mientras fuera, no deja de llover.

Llegaste en un momento de mi vida, en el que no sabía si era suficiente para alguien. Y ahora imagino que la felicidad será algo parecido a encontrar a alguien que no te pregunte porque eres así.

Pero se fue como lo hacen los farsantes,
dejando siempre la herida abierta,
obligándome a verla en todas partes.
El tiempo reescribió nuestra historia,
y quise resucitar,
y probé otros,
pero todos tenían un defecto: no eran él.
No me dejó ni un adiós de recuerdo,
pero sí un tatuaje de por vida: Un clavo jamás sacó a otro clavó.
Porque yo lo que necesito,
son unos alicates.
Porque hay que entender que ningún remedio funciona,
si el enfermo no se quiere curar.




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