Escribiré sobre tu cabeza enloquecida buscando cordura en locuras con nombre y apellidos. El jugueteo incansable de niño que llevas en tus pestañas. De tu mirada de adulto, acompañada de esa sonrisa de soldado.
Malditos domingos. Y más de otoño. Otra vez en el mismo lugar, con un diablo bien insatisfecho.
Decían que nuestra vida no tenía nada que envidiar a ese falso guión. Para mí, era realidad lo que algunos denominaban utopía. Y así fue, como descubrimos que los mejores sueños se tienen despiertos. Pero como no, la vida ha venido a pedir cuentas. Y he aprendido que hay errores con nombre y apellidos. Que a veces valoramos más, lo que no hacemos. Y que nos mintieron cuando dijeron que soñar era gratis. Porque levantarse tras una caída no es un deber, sino una necesidad.
Y he creído mirar a cientos de ojos ajenos, queriendo estar mirándote a ti. Porque me matas cada vez que creo haberte encontrado, convirtiéndote en el humo de cualquier cigarrillo.
A menudo se nos olvida, que el vértigo, no se siente solo cuando miras hacia abajo. Yo, que siempre fui de perder el equilibrio, hasta que encontré en tus ojos dos razones por las que no caer. Y entonces comprendí, que todas las costas guardan un secreto. Como siempre, y hasta nunca.
Por ahí lo llaman amor, pero yo le he puesto otro nombre. El tuyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario